miércoles, 1 de abril de 2009

Una piedra en mi converse azul

Mi rutina diaria se limita a desarrollar una serie de actividades intrascendentes. Me levanto temprano y, luego de constatar que no hay ya nadie en casa, procedo a preparar mi desayuno. Si tengo ganas de comer pan -cosa que solo puedo hacer cuando estoy sola, porque mi mamá dice que estoy engordando y que no debo comer pan-, voy a la panadería y compro lo que sea necesario para seguir engordando, como diría Amelia, mi madre.

Mientras preparo y tomo el desayuno veo algún programa matutino tan intrascendente como el resto de mis actividades. Termino el desayuno, tiendo la cama, alimento a los perros. Me baño y me visto mientras algunas canciones de La Sole inundan mi habitación, tan vacía ahora. El resto de las cosas que hago durante el día depende de mi estado de ánimo. Ver alguna película, revisar algún libro. cosas simples. O tal vez poner a todo volumen Bones, de The Killers y cantarla en una clara ostentación de mi inglés, ja.

Durante las tardes, luego de ir al hospital, mi cabeza queda totalmente vacía. Aunque el tocar de nuevo con Carlos y César, los gemelos que me están salvando la vida, a veces me pone de buen humor.

Sin embargo, estar sola durante las mañanas no ayuda. Hay demasiado tiempo para pensar. Y eso es justo lo que no quiero. No quiero pensar, no quiero sentir. Quiero que todo pase y ser fuerte. Y controlarme. Y no sentirme mal por cosas que ya fueron o que ni siquiera fueron. Bah. Desde el sábado todo está de cabeza. No puedo escribir, no puedo pensar. Nada está bien.

Quiero una tarde tibiecita en Miraflores, con café y mucho viento. Sin nada en la cabeza. Sin lágrimas microbuseras de por medio.
pd1: Hoy fui a la universidad a recoger lo que me dejaste: El regalo.
Y me gustó muchito.
pd2: Gracias a Carlos y a César, por salvarme, por quereme, por acordarse de mí, por corregir mis errores, por aguantarme, por dejar que llore luego de la primera melodía, por insistir tanto, por decirme que he perdido el tiempo estudiando literatura -cosa que yo tambien llegué a creer durante un tiempo-. En fin, gracias por decirme, una y otra vez, que yo soy la chica triste que los hace reír.

6 comentarios:

  1. Muchos pensamos en que arrepentirnos es tonto.
    No nos gusta sentirnos tontos, se supone.

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  2. todo va a pasar, Gabyta, y los cafés serán dulces, aunque tú no le pongas azúcar al café (esto último literalmente).

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  3. A mí me gusta el café muy cargado (amargo) y muy dulce. Como la vida.

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  4. yo el cafe lo tomo con leche,,va dejemos a gabriela de lado y hablemos del cafe, del dulce , del cargado, del solo , del con leche, o el cafe salado que tomamos para arrojar, todas nuestras ganas de vivir, por las narices...

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  5. Es cierto, el café, como nos gusta tanto, Gabriela.

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